(Perdonen que comience dando mi
opinión sobre el uso incorrecto que se hace de “pedir disculpas”, cuando
creemos haber ofendido o molestado a una persona, cuando en realidad lo
acertado sería “ofrecer disculpas”. La propia Real Academia de la Lengua Española
admite ambas formas como iguales, pero, en cambio, el matiz diferenciador, a mi
entender, hace que todo cambie).
Cuando alguna persona cree
haberme ofendido o molestado de algún modo y me pide disculpas, digo, siempre,
que no es a mí a quien tiene que pedirlas (ofrecerlas, en mi opinión) sino a sí
mismo.
Si lo que me ha dicho o hecho me
ofende o molesta es mi problema, por permitir que eso me afecte.
Siempre tengo la opción de no
permitir que me altere si comprendo que lo que ha dicho sólo es una opinión
equivocada por falta de un criterio veraz, o que tal vez haya actuado de un
modo inconsciente, y posiblemente sin ánimo de hacerme daño.
Creo que es a sí mismo a quien
tiene que ofrecer disculpas, a quien tiene que explicar lo que ha hecho, y por
qué, y con quien tiene que dialogar –una vez que ya se ha dado cuenta de que lo
que dijo o hizo no era lo correcto- para tratar de evitar que en el futuro se
vuelva a repetir.
Si alguien pide disculpas, o
perdón, es porque no se siente bien por su acción, porque su consciencia le
está haciendo ver que no es correcto, y es por tanto consigo mismo con quien
tiene que sentirse disgustado, si así lo cree necesario.
Al pedir disculpas al otro, o
perdón, lo que uno pretende es tratar de resolver el conflicto del modo más
sencillo: escuchando del otro que acepta sus disculpas o su petición de perdón.
De ese modo, se des-culpabiliza
rápidamente creyendo que así ha dado por zanjado el asunto, y que todo queda
como si nada hubiera pasado.
No es cierto. Es una
tergiversación. En realidad, la consciencia no se tranquiliza ni se conforma
con esas palabras. Es la mente quien se conforma con eso. Pero no es la mente,
y sí la consciencia, y lo inconsciente, quienes nos gobiernan. Por lo tanto, es
un asunto que sigue sin resolver.
La sensación de inconformidad por
el acto sigue latente. Se siente como un perdón de palabra, pero no de corazón.
Tiene que haber sinceridad en la
conversación con uno mismo cuando se ofrecen disculpas. Tiene que haber el
reconocimiento expreso de haber cometido algo incorrecto, algo de lo que uno se
arrepiente y por lo que se siente afligido, y es a sí mismo a quien tiene que
decirle/decirse cuál debiera ser el modo correcto de comportarse en la próxima
ocasión.
Recuerda que si has ofendido a
otro, con quien realmente estás enojado es contigo.
PD.- Lo positivo de ofrecer
disculpas al otro, es que uno le reconoce el derecho a ser digno y a no ser
ofendido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario