“Aferrarse a la ira es como agarrar un carbón caliente,
con la intención de tirarlo a alguien más.
Tú eres el que se quema.” Buda
Ante una situación de conflicto, cuando el otro nos dice o
nos hace algo que no nos gusta, tendemos a quedarnos con rencores, y nos suele
costar mucho esfuerzo el poder dar vuelta la página de verdad. Si estamos
transitando o intentando transitar un camino espiritual, puede ser que nos
intentemos autoconvencer de que ya no guardamos ningún rencor hacia nada ni
nadie, podemos llegar a sentir que es así, pero luego de un tiempo vemos que
ante cualquier cosa mínima que nos haga recordar a dicho evento o a dicha
persona, el rencor vuelve a aparecer.
Una visión muy novedosa, sumamente simple y que nos puede
ayudar mucho, es darnos cuenta de que si guardamos rencores, si nos quedamos
con broncas, somos nosotros los principales perjudicados. Si tengo esos
sentires en mi, los sentiré directamente en mi cuerpo, muy probablemente como
un bloqueo o sensación fuerte de incomodidad en el plexo solar, que es
justamente el centro energético o chakra relacionado con las emociones, que se
ubica un poco por encima del ombligo.
Si no soy consciente de esto, si no practico la
autoobservación, puedo alimentar aun más estos sentires con mis pensamientos:
pensamientos que justifiquen y lleven a más rencor y más separación, pensar en
lo mal que hizo esa persona, en cómo pudo hacerme eso, pensar que nunca más
quiero volver a acercarme a esa persona, etc. Llegados a ese punto, el malestar
que sentiremos puede ser muy notorio. No solo se sentirá esta incomodidad en
nuestro plexo solar, estas emociones y pensamientos disonantes también drenarán
nuestra energía vital. En definitiva y en palabras simples, quedaremos hechos
“un trapo de piso”.
Al hacernos conscientes de esto, nos daremos cuenta del
poderoso hecho de que si de verdad soltamos los rencores, si de verdad
aceptamos la situación y podemos ver al otro más allá de la ofensa, los
principales beneficiados seremos nosotros, porque volveremos a sentir paz,
volveremos a sentirnos libres por dentro, nuestro cuerpo se volverá a sentir
relajado, ya no habrá bloqueos, nos sentiremos nuevamente con la presencia y la
energía vital activa en todo nuestro cuerpo, especialmente en nuestro corazón.
Tendremos más ganas de vivir, sentiremos dicha, entusiasmo, volveremos a estar
conectados con nuestra Esencia.
Desde este nuevo lugar, será mucho más fácil comenzar a
sentir verdadera aceptación hacía el otro y hacia la situación que me tocó
vivir. Entonces, además de ser un regalo para mí, también será como
consecuencia un regalo para el otro. Si por el contrario, hubiéramos encarado
esta situación sólo desde el esfuerzo de querer aceptar al otro inspirados en
el común conocimiento de que “perdonar es algo bueno”, sería un enfoque muy
noble, pero que nos puede costar muchísimo esfuerzo, esfuerzo que puede
terminar siendo infructuoso.
Desde este nuevo lugar, como se explica en la técnica del Ho’Oponopono,
también podré ver más fácilmente cuáles fueron las causas internas mías que me
ayudaron a vivir esa situación, o que me hicieron sentirme tan dolido con dicha
situación. Generalmente las cosas nos pasan, y hay otro u otros involucrados,
pero a la vez los dolores se aumentan por heridas no sanadas de nuestro pasado.
Entonces estos hechos nos pueden ser de gran utilidad para autoconocernos
mejor, para sanar y abrazar cuestiones pasadas. Desde esta visión el otro
termina siendo un facilitador que nos puede estar mostrando algo a sanar.
Todo esto no significa que no podamos sincerarnos con la
otra persona, decirle que su actitud nos ha hecho sentir mal, que nos hemos
sentido heridos, que su obrar nos parece demasiado fuerte, que no esperábamos
eso de ella/él, que nos damos cuenta de que nuestro dolor puede en parte verse
aumentado por nuestras propias heridas del pasado, pero que de todas formas
duele, o lo que sea. Por el contrario, el consejo es intentar siempre decir lo
que sentimos, compartirlo con el otro, abrirnos al otro, tratando de que sea lo
más posible desde el corazón. Es el miedo el que nos hace creer que es mejor
cerrarnos y no decir nada, y es el Amor el que nos ayuda a abrirnos y
compartir.
Puede ser que al sincerarme, sea la otra persona la que se
ofenda. Hay personas que no tienen reparo en decir o hacer cosas fuertes, pero
que no toleran escuchar el retorno. Además, ofenderse en esas instancias suele
ser un mecanismo de defensa para evitar sentir remordimiento o hacerse cargo de
las propias acciones. En ese caso, será el viaje de la otra persona el trabajar
sus rencores. Pero si nosotros hacemos nuestro trabajo y podemos soltar
nuestros rencores, es muy posible que se dé una nueva instancia en la que
sea el mutuo entendimiento, la mutua comprensión, la que triunfe. Solo es
cuestión de darle a las situaciones el tiempo necesario. Y según han dicho los
sabios y maestros, el tiempo es, en últimas, parte de la ilusión, como así
también la separación.
No nos aflijamos si de todas formas más adelante los
rencores afloran de nuevo. En ese caso podremos aplicar de nuevo esta visión
sanadora. Generalmente vamos creciendo en espirales ascendentes, pareciera que
volvemos a pasar nuevamente por lo mismo, pero siempre estamos avanzando,
sanando y evolucionando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario